Crónica audiovisual de la inauguración. Obras participantes en la Exposición DIALOGANT AMB MESTRE
El Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias “González
Martí” de Valencia, en colaboración con la Asociación Profesional de
Artistas Plásticos arteEnred, presenta la exposición “Dialogant amb Mestre”.
Miembro honorífico del colectivo de artistas arteEnred. Por su amplia trayectoria artística, el colectivo
arteEnred y el Museo quieren rendirle su particular homenaje.
Se exhiben medio centenar
de obras de otros tantos artistas que, con medios de expresión plástica,
materiales y técnicas diversas, nos ofrecen su particular visión de la obra del
ceramista. La muestra incluye 10 obras inéditas del maestro Enric Mestre. La exposición estará abierta al
público hasta el 28 de octubre de 2018.
Listado de artistas:
Teresa Aparicio ,Vicent Aparicio-Guadas, Olga
Arcos, Encarna Arnal, Marisol Arrieta, Lluís Beltran, Lorna Benavides,Teresa
Bonhome, Antonia Carbonell, Carmen Carot, Julio Castillo, Pepe del Campo,
Marisa Ebri, Fernando Evangelio, Begoña Fdez-Cañada, Amparo Fosati, Dolo Furió
y Ángeles López, Pepe G Personal, Juvi Galán, Pilar Garcerá, Mampa
García,Vicente Gascón, Consuelo González, Herrero & Cebrián,Francisco Ivars
y Carmen Romeu, Isabel Llorens, Emilia Marín, Jaime Martí, Rosa Martí, Jesús Martínez,
Toni Mas, Raquel Mira, Encarna Monteagudo, Enrique Montoro, Enrique Orts,
Karine Pascual, Visi Planells, Sofía Porcar, José Manuel Ramos, Enric Real
Ortuño, Sabina Requena, Mª Fernanda Sáiz Gallego, Maribel Salas, Amparo
Santamarina, Leonor Seguí, Gerardo Stübing, Reme Tomás.
DIALOGANDO CON LAS ESCULTURAS CERÁMICAS Y LAS PINTURAS DE ENRIC MESTRE.
Por:
ROMÁN DE LA CALLE. Abril
2018 Universitat de València
(Para el Catálogo de esta Exposición).
-Espacios imaginarios & Geometrías
vividas-
En este recorrido - "con Mestre"
y "desde Mestre" -, que nos propone el proyecto de arteenred, como homenaje
conjunto, pero radicalmente individualizado, al profesor y artista Enríc Mestre
(Alboraia, 1936), nos encontraremos, queramos o no, con sus duales propuestas,
antes o después. No en vano - "con" y "desde" - no dejamos
de movernos, "por prescripción organizativa", alrededor de su propio
entorno creador.
La verdad es que, por definición, no
podemos centrarnos en sus impactantes pinturas, sin dejar de pensar en sus
paradigmáticas esculturas cerámicas. Y a la inversa, ¿cómo limitarnos al universo
de sus cerámicas, una vez descubierto el efervescente y complementario
contrapunto de su actividad pictórica?
Reconozcamos,
pues, que estamos condenados, para siempre, a correlacionar la personal
contemplación de sus cerámicas con la paralela emergencia -en nuestra mente- de
sus sorprendentes construcciones pictóricas, como diferenciadas pero integradas
referencias artísticas. Esto me ha pasado a mí, de manera reiterada, desde hace
mucho tiempo.
En
este juego de alternativas nos sentimos, estéticamente capturados, una vez más.
De ahí que tal vez nos convendría hacer el esfuerzo metodológico de no dejar
nunca entre paréntesis, la opción de referirnos a sus cerámicas, cuando
ejercitamos el acercamiento investigador global eje sus trabajos pictóricos.
Quizás lo mejor sería, por tanto, sustentar el esfuerzo de correlacionar los
dos registros, haciendo dialogar, de manera interdisciplinar, sus cerámicas con
sus pinturas... y también, además, intentar correlacionar, siempre, con las
secretas Arquitecturas que anidan, a su aire, en sus sueños, en su insu.
Así
lo aconsejamos de ordinario. También, efusivamente, lo hacemos ahora con sus
amigos y seguidores de arteenred, que conforman una secreta escuela admirativa,
fruto, quizás, de la ejercitada y efectiva pedagogía de Enríc Mestre, a caballo
entre el saber y el enseñar, entre el descubrimiento y el hallazgo, entre la
sorpresa y la reflexión.
Tareas
polivalentes y rotundas, las de nuestro querido Mestre, tanto en sus cerámicas
como en sus propuestas pictóricas, abiertas, por igual, al tacto controlado y
la visualidad harmónica. Incluso, en las series pictóricas, las formas y los
colores se integran, de pie, en sus obras, como si fuera, cada lienzo una
superficie escultórica referencialmente seleccionada. Tal es el juego secreto
que, potenciando su creatividad, se hace explícito y evidente, a lo largo de
nuestro deambular inquisitivo por su producción artística de décadas.
A
veces, sumamente sorprendidos, nos damos cuenta de que el espacio pictórico
puede convertirse en campo de pruebas texturales y de contraste de cromatismos,
cogidos decididamente en préstamo de la misma actividad cerámica. Es como si la
pintura nos quisiera hablar de la cerámica, minuciosamente, respondiendo al
reto sobrevenido, entre los dedos de la imaginación, que enfatiza y potencia sus
capacidades de engaño perceptivo. Diálogos inagotables entre estructuras,
geometrías, texturas y colores.
Desde un tiempo atrás, hemos ido
reiteradamente descubriendo toda una selección de pinturas que, casi en
secreto, en la tranquilidad geométrica de su estudio, Enric Mestre ha impuesto
recientemente --una tras otra-- a las metamorfosis plásticas que alberga su
mente, nacidas, como obras independientes, del codificado lenguaje que trazó en
sus cuadernos de dibujo, convertidos en inagotables depósitos / reservas de
dormida creatividad pautada. De aquí brota un seductor y renacido trabajo continuo,
totalmente oscilante entre la pintura, la escultura y arquitectura imaginada.
Enric Mestre necesita, casi de manera
obsesiva, experimentar cotidianamente, como versátil salvavidas y ejercicio
obligado de mantenimiento personal, para seguir creyendo en las posibilidades
de una existencia compartida con la acción artística. Este es el mensaje de
base, que nos lanza a bocajarro, el comprometido autor de estas enigmáticas
composiciones interdisciplinares, desde su taller, mientras continúa de forma
obsesiva viajando, cada madrugada, de la pintura a la cerámica, para reiniciar,
de nuevo, cada tarde, el camino inverso.
A menudo, hemos pensado que Enric Mestre --una
de las figuras más consolidadas en el panorama nacional de nuestro arte
contemporáneo, comprometido éticamente con su profesión-- está quizás condenado
a experimentar incansablemente y a revivir procesos de innovación, nacidos,
siempre, de los secretos descubiertos --a través de sus constantes intercambios
con los materiales, en el seguimiento de los procedimientos y las técnicas, en
el rastreo de nuevas formas y en el secreto comportamiento de los colors-- gracias
a sus personales transversalidades y aventuras estéticas . Tales son, efectivamente,
sus poderes creativos y sus logros artísticos.
II
"Con"
& "desde" son las dos sendas abiertas, en esta iniciativa de
afecto y reconocimiento, asumida por los amigos de la Asociación arteenred, que quieren acercarse, en su
personal quehacer artístico, a la figura y la obra de Mestre, sumándose y participando,
así, con sus respectivas piezas en la convocatoria-homenaje, íntimamente
planteada. Pero justamente, en este caso, el facere de los participantes irá a la saga del theorein, que supone, etimológicamente, tanto el mirar y ver como
el reflexionar, manteniendo siempre las impactantes obras de Enric Mestre como
referencia obligada. Estímulo y reto. Tentación y meta.
Así
pues, somos plenamente conscientes de que entre la mirada y el tacto, las
esculturas cerámicas de Enric Mestre, en su riguroso constructivismo, se nos
aparecen, quizá cada vez más, --en medio de su drástica y buscada sobriedad
formal-- rodeadas de una especie de aura altamente enigmática. Se podría decir
que nunca nos acostumbramos, del todo, a ellas, que siempre nos atrae su
presencia imponiendo, manteniéndonos, pero, a pesar de todo, respetuosamente
como distancia, expectantes y sorprendidos.
Estas
son precisamente la distancia, que necesita la mirada, y la cercanía que,
asimismo, exige el tacto. ¿Cuántas veces hemos recorrido, por nuestra parte,
las historiadas superficies de estas arquitecturas, surgidas de los sueños,
que, en cada caso, nos proponen las siempre impactantes obras de Enric Mestre,
acariciando con las yemas de nuestros dedos la minuciosa y controlada orografía
de sus texturas --gres, chamota y engalbes-, mientras ratificamos
paralelamente, con la vista, la perfección de su trazado y la consistente
solemnidad de sus volúmenes? ¿Cuántas veces hemos girado, igualmente, alrededor
de sus obras, observandolas desde los más plurales puntos de vistas, como para
constatar --más decidida y minuciosamente-- el poder de su presencia y
contrastar así, mejor, si es posible, abastecernos de este singular misterio
que parece brotar, intermitentemente, del interior de sus inquietantes y
sorprendentes espacios?
A menudo, se ha dicho, como queriendo desvelar un secreto, que son las formas tan características de sus esculturas --las planchas rigurosamente calculadas, cortadas y acopladas entre sí-- las que determinan el fundamento de su vigoroso lenguaje, propio de su poética constructiva. Ciertamente, Enric Mestre ha elaborado, a lo largo de su prolongado itinerario artístico, todo un repertorio de elementos formales, las articulaciones combinadas de los cuales, a partir de detallados códigos, han sabido generar ascéticos espacios, enlazados interna y externamente, tal vez al dictado de una imaginación bien controlada por el cálculo y las opciones racionales.
No
se puede, sin más, hablar aquí, casualmente, de estrictos apelaciones miméticas
a determinadas propuestas arquitectónicas. Una cosa es influir y otra determinar.
Sería un error potenciar una radical y sesgada lectura denotativa de muchas
piezas suyas, ante el concreto entorno urbano. Es, más bien, la articulación de
un mundo propio, cargado de connotaciones y simbologías autónomas, lo que
realmente importa, si acaso queremos ir más allá de las puras formas y
volúmenes, a la hora de justificar sus orígenes.
En
realidad, es su interna sintaxis la que prevalece. Una sintaxis que genera
formas, volúmenes y espacios. Y si nuestra mirada --impactada por los juegos de
la percepción y de la imaginación que, en nosotros, motivan estas obras de Enríc
Mestre-- apela además a la reflexión, tendremos que ceder paso y dar cabida al
espectáculo de este mundo interno y propio de la obra, saltando de la imagen en
el símbolo, de aquello sensible a la ordenación, de las cualidades inmediatas a
la sorpresa de ciertas claves racionales.
¿Cabe una mejor estrategia racionalizadora, a
través de la cual, de manera más eficaz, la presencia de la materia nos pueda
manifestar, al mismo tiempo, no sólo en su intensa y rica vertiente sensible,
sino además en sus múltiples enlaces, formalmente constructivos? De hecho, nos
movemos directamente, ante las obras de Enric Mestre, en el pleno dominio de una
sensualidad, siempre contenida, marcada inexorablemente por la geometría,
mientras nos sabemos igualmente atraídos por la fuerza de las imágenes constructivas,
que su esmerado repertorio, una y otra vez, nos propone. Aquí están locuaces y,
al mismo tiempo, silenciosas –a la espera-- sus obras.
Si el ámbito de aquello sensible queda
exactamente definido en este encuentro entre la materia y el sujeto, es decir
entre la potencialidad material que se resuelve y ofrece, en presencia abierta,
en nuestra mirada y nuestro tacto, también hay que tener en cuenta que la
imagen resultante, de este diálogo entre formas, espacios y volúmenes, posee igualmente
el carácter duplicado e inquieto de una realidad estética tocada por la alargada
sombra de la razón. ¿No es este el carácter híbrido de estas imágenes, entre la
fisicidad significando, que apela a la percepción y a la generosa experiencia
de la imaginación, pero que asimismo han sido siempre concebidas al abrigo del
cálculo y de la geometría?
¿Quién, en alguna que otra ocasión, tocado
por la fantasía, no ha pretendido deambular, en silencio, por los espacios
escultóricos de Enric Mestre, entre estos paredes ásperas y cálidas, fácilmente
dispuestas a destilarla de recuerdos y memoria, entre estos muros y habitados
que, como pequeños laberintos, cierran misterios? Junto a este mundo de formas
y volúmenes, representado en sus arquitecturas imaginarias, hay que apuntar
asimismo la emergencia de un mundo expresado, cargado de enigmas y de
silencios, entroncado en el propio juego de los espacios, vacíos, pasillos,
escaleras, rincones, angulaciones, muros y paredes.
¿No vale la pena poder repensar, aunque sea
someramente, el alcance significativo de este curioso universo metafísico, que
sus propuestas escultóricas nos insinúan con cierta vehemencia? Espacios de
soledad, abiertos no obstante a ser plenamente Habitados. Espacios íntimos, en
unos casos, y distanciada lúgubres, en otros. Rincones para meditar o ámbitos
para la espera, pero siempre tratándose de cosmos ordenados.
Pocas veces, como ésta, el objeto artístico
parece dotarse, por igual, de rigor y de una cierta expresividad, de manera tan
inmediata e intensa, frente a nuestra mirada, incluso llegando a al extremo de
transformarse, abiertamente, en arquitectura imaginaria o en geometría vivida,
tal como sucede, muy en particular, en el desarrollo de los murales de Enric
Mestre: sus no menos impactantes placas de gres chamota y barniz.
En sus trazados reticulares, en sus juegos de
líneas, podría decirse que late expresamente el pulso del gesto, la imprenta, el
trazo, como queriendo aportar el latido humano a la propia geometría, que
emerge de la obra. Francamente, siempre me han sorprendido los paneles murales
de Enric Mestre, tan directamente enlazados --es bien cierto-- con su
particular actividad pictórica, sus acrílicos sobre lienzo. La pulcritud de su
realización, el reto de sus estudiados cromatismos, la minuciosidad de su
trazado, los juegos de luz desplegándose entre sus brillantes tratamientos y el
reto de su extensa concepción, a fuerza de series, no son sino otros tantos
motivos para admirar e incidir, una vez más, en el valor estético de este tipo
de impactantes propuestas plásticas.
No se pues coyuntural, teniendo en cuenta la extensa
y consolidada trayectoria de Enric Mestre, la necesidad de incluirlo entre los más
destacados escultores internacionales, que han decidido atender la riqueza y
versatilidad de la cerámica, con total entrega y rigor . En realidad, una vez
conquistado por el medio cerámico, más que explotar fácilmente sus conocidos
rendimientos, siempre ha preferido, por el contrario, explorar y poner a prueba
sus posibilidades. Quizás ha sido éste, y no otro, el verdadero camino que ha
sabido recorrer.
Nunca, en ningún punto de su itinerario, se
ha tratado de potenciar una aventura puntual o de hilvanar una breve y aliada
experiencia, más bien al contrario, su profesionalidad ha ido totalmente pareja
con sus escalonados logros. Cada vez más estricto en sus investigaciones y con
menos concesiones a todo lo que no fuera fruto del trabajo, del reto personal y
de la exigencia creativa, Enric Mestre ha sido y es uno de los puntales que más
sólidamente ha sabido normalizar la no siempre fácil situación de la escultura
cerámica, entre las diversas manifestaciones artísticas contemporáneas.
En este caso, sus construcciones imaginarias
y las explícitas geometrías de sus murales son, sin duda, un inmejorable doble
ejemplo de todo lo que se acaba ahora mismo de apuntar. No sólo el dominio y el
nivel de los medios y recursos técnicos empleados --algo que ya debería darse
por supuestamente, sino además la exigente concepción de cada uno de sus
proyectos de trabajo, la riqueza de asociaciones y el rigor crítico, que
vertebra sus aportaciones artísticas son, resumidamente indicadas, algunas de las
claves que argumentan y apoyan, efectivamente, el destacado lugar que, sin
duda, el magisterio de Enric Mestre ocupa en el panorama de las artes plásticas
de nuestra época.
No tenemos, pues, fácil la resolución
operativa del homenaje, en qué nos hemos embarcado, cada participante desde su
angulación respectiva, bien replanteando una pregunta específica o bien
potenciando una determinada relectura de alguna de sus plurales y complejos
experiencias. Aunque, en este caso, la dificultad convierta estímulo y la
persistencia facilite el reto de querer dialogar "con" Enric Mestre o
encarar la aventura "desde" su potente magisterio.
ENRIQUE
MESTRE ESTELLÉS
Por: Antonia Carbonell Galiana
(Para el Catálogo de esta Exposición).
Enrique Mestre Estellés nació el 16 de marzo
de 1936 en Alboraya (Valencia).
Según el propio artista ha relatado en
repetidas ocasiones su ambiente familiar y las profesiones de sus padres,
favorecieron el desarrollo de su sentido estético, presente en la intuición de
su madre, Consuelo Estellés Bolea y de su padre Enrique Mestre García,
litógrafo de profesión y en cuyo taller Mestre trabajó ayudándolo.
En aquel momento Alboraya era un pueblo
cercano a Valencia, que según datos aportados por María José Silgalat Valla, en
la publicación "Segunda República en Alboraya: 1931 -1936 "contaba solo con 6.277 habitantes,
comunicados con Valencia a través del llamado "trenet" que tenía su estación en "el Pont de Fusta"
Durante el curso 43-44 del pasado siglo
Mestre empieza sus estudios en el colegio de los Dominicos en Valencia cuando
solo contaba con siete años de edad, más tarde continuó sus estudios en el
colegio de los Maristas.
En el año 1948 con la edad de 12 años Mestre
inicia sus clases de dibujo, cada día después de salir del colegio se dirigía a
la Escuela de Artes y Oficios, hasta que en 1953 hace su ingreso en la Facultad
de Bellas Artes.
Mestre ingresa en una facultad anclada en la
tradición, por el contrario, el mundo artístico en la ciudad de Valencia
renacía en la década de los 50 con la vitalidad de los artistas emergentes y la
vuelta al panorama artístico de algunos sobrevivientes de la durísima represión
que durante la posguerra se llevó a cabo con los artistas valencianos.
En este sentido, ya desde los años cincuenta
encontramos en Valencia artistas sumergidos en las investigaciones sobre la
forma, la geometría y el análisis del espacio. Dentro de estas tendencias constructivistas
Vicente Aguilera Cerni (Valencia 1920-2005), analizó el papel social y ético
del arte, exponiendo sus ideas en diferentes textos. De ellos el más
paradigmático fue "El arte además"
La propuesta arraigó en Valencia donde se
realizó la primera exposición de arte normativo español. Esta exposición fue
organizada por el grupo "Parpalló" y tuvo lugar en el Ateneo, del 12
al 26 de marzo de 1960.
Tal era la atmósfera en la que se
desarrollaba la personalidad del entonces joven artista Enrique Mestre. Ese
mismo año de 1960 con un ya muy largo bagaje de formación y compatibilizando
los estudios con su trabajo como publicista, Mestre ingresa en la Escuela de
Cerámica de Manises.
La vocación de Mestre se interesaba por la
pintura técnica en la que ha desarrollado una obra tan intensa y amplia como la
desarrollada en cerámica, pero menos conocida.
Fue casualidad que sus pasos se encaminaran a
la Cerámica, donde conocería a la figura determinante del ceramista Alfons Blat
Monzó (1904-1970) que contribuyó en gran medida a construir, en la mirada de
Mestre hacia la cerámica, una gramática propia, insólita para el momento que
en Valencia permanecía mayoritariamente inmersa en la tradición del XVIII.
En 1969 Mestre inicia su trabajo docente, que
pronto dará sus frutos, concretamente en 1979, en la sala "Gasso" se realiza la primera
exposición del alumnado procedente de su aula de taller, suponiendo con el
tiempo una apertura en los lenguajes plásticos expresados en cerámica, en el
marco de Valencia y propiciados por su labor pedagógica.
Para tal ocasión el profesor Mestre redactó
una presentación publicada en el pequeño catálogo de mano, arropando así el
inicio de una generación de artistas valencianos, especializados en el material
cerámico que hoy muchos años después y en palabras de algunos de ellos, se
constituyen en "Pléyade"
Paralelamente y a lo largo de los años,
desarrolla una intensa actividad en su estudio-taller, situado en la huerta de
Alboraya, trabajo que difunde en sus muchas exposiciones. Por otra parte
desarrolla una intensa actividad como miembro de la Academia Internacional de
Cerámica, que le lleva a recorrer numerosos países del mundo haciendo especial
mención a Oriente y sobretodo Japón. Su obra en cerámica goza de un merecido
respeto internacional.